Hace un par de fines de semana vi el nuevo espectáculo del grupo catalán de mimo Tricicle titulado Garrick.
Este espectáculo de Tricicle se llama Garrick, como homenaje al primer cómico que fue consciente de su gran labor como risoterapeuta. Extracto de la web de Tricicle la explicación que elllos mismos dan sobre el personaje y este espectáculo:
En el siglo XVIII, con la primera revolución industrial, aparecieron las fábricas, los horarios laborales imposibles, el consumismo y, entre otros importantes avances de la humanidad, “las depresiones”. Los médicos de la época, ajenos a la futura invención del psicoanálisis y los antidepresivos, tuvieron que recurrir a un remedio natural e infalible para paliar tanta infelicidad: LA RISA. Los teatros de comedia se llenaron de pacientes que, aún teniéndolo todo, se sentían infelices y los actores, de alguna manera, se convirtieron en terapeutas emocionales. Uno de los “quitapenas” más reconocidos de esa época fue DAVID GARRICK, inglés, actor, escritor, productor y por encima de todo, un cómico infalible con el que nadie podía dejar de reírse. Después de 27 años de profesión nos hemos dado cuenta de que no somos actores; somos “RISOTERAPEUTAS QUITAPENAS” ; de modo que a partir de ahora actuaremos con batas blancas y no descartamos que en un futuro no muy lejano, nuestros servicios se incluyan en la Seguridad Social porque, como decía ERASMO DE ROTTERDAM, “reírse de todo es propio de tontos, pero no reírse nada lo es de estúpidos”.
Lo de la risoterapia en modo alguno es un chiste, pues está comprobado científicamente que la risa tiene efectos terapeúticos ciertos.
Y en este caso, reirme con Tricicle me reí un rato. Evadirme también me evadí. Y obviamente salí del teatro mucho más risueño y feliz de lo que había entrado.
Sin embargo, y sin ánimo de desmerecer en esta ocasión a Tricicle, grupo que me parece genial, creo que este espectáculo tiene un poco menos de profundidad teatral, comica y visual que otros trabajos de los catalanes. No quiero decir con esto que Garrick no sea francamente recomendable. En absoluto. Pero si anoto que la presencia de la palabra (hay un narrador omnipresente), así como el hecho de que los tricicle no solo hablen, sino que incluso canten, desconcierta un tanto y no se si no les resta algo de profundidad visual-teatral.
Sea como fuere estiré todos los músculos que se ponen en marcha con la risa. Y fue un espectáculo-conferencia (así la llaman ellos mismos) reconfortante.
Así que al Don't worry be happy le podríamos ahora añadir No enfermes, rie.
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