El fin de semana pasado vi El crepusculo de los dioses (o Sunset Blvd, como prefiera cada uno), una de las obras maestras de Billy Wilder.
Ultimamente estoy tratando de volver a mi cinefilia, después de años de cierto abandono. Una de las cosas buenas de los nuevos tiempos es que los ciclos de la 2 de TVE te los puedes montar tu mismo en tu casa, sin necesidad de intermediarios, gracias a internet.
Pues bien, El crespusculo de los dioses me pareció una película sobre las subidas y bajadas en la fama de las estrellas del celuloide fascinante, bella, e inteligentísimamente filmada por Wilder. Te produce docenas de sensaciones, momentos e imágenes que es imposible no retener en tu cerebro durante días. Más allá de que algunas de sus secuencias es imposible no haberlas visto, pues como clásico del cine pueden cruzarse en tu vida en la televisión o en otras películas, la exposición al metraje integro es verdaderamente sobrecogedora.
Uno ve como el guionista a un milimetro de volver a su pueblo natal derrotado por Hollywood cae desde lo más bajo del fracaso profesional a las más altas cotas de abyección humana de la mano de una vieja estrella del cine, un juguete roto por los ataques de la vanidad propia y el contraste con el olvido del público. Tanto William Holden como Gloria Swanson bordan estos dos papeles (el guinista Joe Guilli y la viaje actriz Norma Desmond). Y como contrapunto de ambos (pues conoce las intenciones comerciales del guinista de tercera y hace todo lo posible por evitar que la vieja estrella del cine mudo se enfrente a la realidad del olvido del público) está el mayordomo de la exdiva, Max von Mayerling, un Erich von Stroheim verdaderamente estelar (recordad que este caballero fue un actor como la copa de un pino, pero además ha sido uno de los más grandes directores de cine de todos los tiempos).
Como curiosidad, en la película salen Cecil B. DeMille y Buster Keaton haciendo de ellos mismos, lo que confirma que esta película de cine sobre el cine o cine dentro del cine (Buster Keaton haciendo de viejo actor del cine mudo retirado, algo que era en 1950; Cecil B. DeMille haciendo de director consagrado en el ocaso de su carrera, cosa que tambien era en 1950; Erich von Stroheim haciendo de mayordomo que fue director de cine y que filma la última y muy famosa escena de la bajada de la escalera de Norma Desmon, cuando el fue uno de los más grandes directores ... ) no escatimó en medios ni en mitos para llegar a ser lo que hoy es.
La voz en off que narra en un flash back toda la historia (en realidad un narrador desde el más allá) confiere a la narración unos tintes de trascendencia, densidad humana y novela negra dificiles de igualar.
En fin, una de las mejores películas que he visto en mi vida y de la que solo puedo decir que lamento no haber visto hasta los 36 años. Pero, como he dicho, mi cinefilia llevaba 10 años en barbecho y tengo lagunas que pretendo cubrir gracias a San Emule, santo patron de nuestro tiempo.
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