Hace unos días vi en unas noticias de la televisión dos informaciones casi seguidas que me dejaron con muy mal cuerpo.
En la primera se informaba de que varios restaurantes españoles están entre los 50 mejores del mundo y que el Bulli vuelve a ser, un años más, nombrado mejor restaurante del mundo. Vamos, que estamos en la vanguardia gastronómica mundial, cosa de la que yo me alegro, pues ya sabéis que me gusta la buena mesa.
En la segunda se informaba de la crisis alimentaria que se está viviendo en países de Asia, Caribe, America y Africa como consecuencia del alza en los precios de la comida más básica. La explicación ya la ha dado la ONU (cultivos para biocombustibles, especulación con las materias primas, el crcimiento de la demanda china e india y ayudas a los cultivos occidentales) e incluso lo ha calificado de silencioso asesinato en masa. El diario El País tiene una explicación diferente, según este rotativo las causas de las nuevas hambrunas hay que encontrarla en las sequias, las inundaciones y la producción para biocombustibles (vamos que las explicación nada tiene que ver ni con los traders occidentales de materias primas ni con las ayudas occidentales a la agricultura y ganaderia) y con más modestia tipográfica habla de fractura alimentaria.
La comparación de las dos noticias (el Bulli mejor restaurante del mundo y 100 millones de personas más -además de las que ya lo estaban- sufren los efectos del hambre) da para hacer demagogia. No voy a decir nada, solo que la sucesion de las dos noticias me produjo una profunda tristeza.
Nos alejamos de los Objetivos del Milenio de la ONU (errradicar la extrema pobreza y el hambre es el primero de ellos), puede que la tecnología nos aporte soluciones (nueva revolución verde), pero tiene alguien los arrestos de no comprender la inmigración: huir de la miseria y el hambre es un derecho. ¿O alguien me va a decir que no?
Actualización 28/4/2008: Hugo Martinez Abarca en su blog habla de este asunto desde otro interesante punto de vista.
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