El pasado domingo Roger Federer y Rafael Nadal llevaron el tenis de alta competición al límite. Es claro que ellos dos juegan en una cataegoría a parte, vedada al resto de tenistas profesionales. Es evidente que Federer camina con paso firme hacia convertirse en el mejor tenista de todos los tiempos (ya tiene 11 grand slams, cinco en Londres, tres en New York y tres más en Australia; ha igualado el record de Björn Borg en Wimbledon con cinco victorias consecutivas, juega con una elegancia que enamora, lleva un siglo de número uno ...). Es tambien indiscutible que Nadal no es solo un jugador de tierra batida (probablemente el mejor de todos los tiempos si las lesiones le respetan), como se le ha parodiado a veces por la prensa internacional. Es innegable que Nadal está en condiciones de ganar Wimbledon más pronto que tarde (cosa que nadie creía que se podía producir hace una año), así como los otros gram slams. es innegable que nadal no solo es garra y físico, pues su repertorio es muy amplio y cada día tiene más registros. Y, finalmente, es obvio que la rivalidad Federer - Nadal va a marcar parte de la historia del tenis, además de ser lo único que realmente importa en el tenis contemporaneo.
Pero por enciama de todo esto está el magnífico espectáculo que dieron estos dos tenistas, llevándose a ellos mismos hasta el límite y exigiendo de su rival lo mejor, que es mucho.
Es claro que Federer le puede ganar a Nadal en Paris (ha trabajado mucho el suizo en esto y se nota), pero tambien es ahora claro que Nadal puede devolverle la moneda en Londres (cosa impesable hasta para los mas nadalistas). Y mientras tanto, tienen todo el planeta y todas la superficies para llevar este deporte a niveles antes no conocidos de rivalidad, honestidad, esfuerzo, talento, épica y belleza plástica.
Seguiremos disfrutando de las maravillosas finales que nos deparan estos dos monstruos.
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