Ayer asistí en el Teatro Principal de Vitoria-Gastiez a un deslumbrante concierto de la orquesta estatal del Weimar y el Orfeon Donostiarra que interpretaron la Fantasía para piano, coro y orquesta en Do menor Opus 80 y la celebérrima Sinfonía No. 9 Op. 125 en re menor de Ludwig van Beethoven.
Sabía a que concierto iba, conocía los interpretes, pero no conocía el programa (pues la organización no se molestó en publicitarló de antemano, parece ser que lo que toquen los interpretes no es relevante ...). Fue una maravillosa sorpresa saber que Beethoven era el protagonista único de la noche.
La Fantasia sono arrolladora y (por su duración) hizo de magnífico encuadre de una de mis sinfonías favoritas del genio de Bonn (mi favorita sigue siendo la Sexta). La orquesta perfecta, contundente y sutil a la vez, como requiere Beethoven. Alexei Volodin, el pianista, para mi, acertadísimo (aunque parte de la concurrencia entendió que era un pianista más mozartiano que beethoveniano). Y el Orfeón Donostiarra, bueno, ¿que os voy a decir de ellos, no solo son la mejor masa coral de España, son mucho más.
Pero lo que vino despues fue, sin más, extasiante. El Allegro ma non troppo de la Novena sonó estupendo (si me pongo pijotero diría que sono más ma non troppo que allegro, pero no me voy a poner pijotero). Y después el Molto vivace del segundo movimiento (mi favorito) me puso literalmente en órbita. El Adagio (ese sobrecogedortercer movimiento) siempre te pone al borde del llanto. Y finalmente el más conocido cuatro movimiento Finale, presto (que contiene el himno de la alegría y himno de la UE) que no puede dejar indiferente a nadie. Un tour de force inconmensurable. Puro placer. Todos los sentidos (no solo el oído) reconfortados. La carne de gallina. El corazón zarandeado. El alma mecida. Beethoven en estado puro, interpretado por gente que sabe lo que se hace. Un placer.
Por cierto, daba pena ver a muchos más de cien músicos y voces apretujados en el exiguo escenario del Principal de Vitoria-Gasteiz. Daba la sensación de que si alguno de ellos tosía otro se iba a caer del escenario al foso (donde tambien había músicos). Una pena el entorno, una sublime gozada el concierto.
Los solistas de la Novena, de los que no he hablado (soprano Simona Kermes, la mezzo Daniela Sindram, el tenor Scott Mac Allister y el bajo Guido Jentjens) estuvieron ciertamente más que a la altura. A mi acompañanete le gustó mucho la mezzo y yo diusfruté como un enano del tenor norteamericano.
Resumiendo: una noche irrepetibel (a la altura de los mejores conciertos de las mejores ciudades europeas -si no fuera por el angosto teatro-).
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