Leo en la prensa de hace ya unos días que Sarkozy, el antaño turboministro de Interior de Francia y hoy Presidente de la República omnipresente (hasta el extremo de anular casi por completo el papel constitucional del Primer Ministro y de todo el Gabinete en su conjunto), anuncia medidas policiales para colegios y barrios conflictivos. La cuestión tiene su enjundia. Me explico.
Francia es un país que ha estudiado, escrito y reflexionado mucho sobre sus 25 o 30 barrios (por población, verdaderas ciudades) que van mal y en las que se juega el futuro de la República. En España es bien conocida esta reflexión social, política, económica y jurídica, entre otros, a través del profesor Juli Ponce del que ya os he hablado en otras ocasiones y por medio de la Ley 2 / 2004 conocida como Ley de Barrios de Catalunya.
En Francia y en el resto del mundo estos temas han estado en primera plana en multitud de ocasiones. Todos recordamos los disturbios violentos en muchos barrios marginales franceses del 2005 que se repitieron con diversa intensidad en el 2006 y en 2007. Sarkozy fue protagonista de muchos de estos disturbios, no solo por su papel de encargado constitucional de restablecer el orden, sino porque los jóvenes sin futuro que se dieron a la violencia afirmaban expresamente que respondían a las provocaciones del Ministro del Interior que les estigmatizaba e insultaba. Fuera esto cierto o no que Sarkozy fue detonante y aplacador a la vez, la verdad es que amplias capas de las sociedad francesa se sienten excluídas social, económica, cultural y espacialmente de la República francesa. Es evidente que Francia, como otros muchos países, tiene un problema de cohesión. Las bondades de la ciudadanía republicana no son distruibuidas de forma igualitaria y muchos de los exlcuídos, marginados o menos agraciados viven juntos, comparten paro, malos servicios públicos, malas comunicaciones, pocas oportunidades de empleo y en no pocas ocasiones discriminación racial, étnica o religiosa. Todo esto ocurre además en un país, Francia, que hace constantemente un discurso repúblicano expreso en torno a la igualdad de oportunidades, con lo que muchos se sienten cornudos y apaleados. Hasta el 2007 ha habido dos tipos de respuesta por parte de la Administración francesa. Por una parte, muchos de sus servicios públicos tratan de taponar las vías de agua de la República en esos 25 o 30 barrios problemáticos, mientras que el entonces Ministro de Interior y f¡gura política ascendente Sarkozy (recordemos que disputaba con el Primer Ministro de Villepin la primacía política conservadora) se dedicaba a mantener un discurso y una praxis de mano dura en el banlieu francés.
Pues bien, Zarkozy en la campaña electoral del 2007, que le llevó a la Presidencia de la República francesa, cambio su discurso y habló de un plan Marshall para los jóvenes de los barrios conflictivos. Apremiado por sus rivales electorales Bayru (centro) y Royale (centro-izquierda), que en esa misma campaña hablaban de reparar los barrios conflictivos de una Francia inmensamente fracturada, Sarkozy (derecha) se apeó de su discurso de mano dura y habló expresamente de usar las políticas públicas al servicio de la insercción en la República de esos barrios, esos jóvenes y esos excluídos.
Sin embargo, unos días antes de las elecciones europeas del 2009 y con motivo del enésimo conflicto en uno de estos barrios, Sarkozy vuelve al discurso duro y afirma que la delincuencia nunca tiene como origen la marginación, sino simplemente la avaricia por el dinero fácil. Mas allá de lo poco afortunado que es hablar hoy con displicencia a los excluídos de la necesidad de trabajar duro para ganar dinero (en el mundo post Parmalat, Enron, Arthur Andersen, New Century, Blackstone, American Home Mortgage, Bear Stearns, Northern Rock, Freddie Mac, Fannie May, Lehman Brothers, Merrill Lynch, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Washington Mutual, Hypo Real Bank, Martinsa, Madoff etc, en el día después de la caída del capitalismo de casino, todo eso suena un poco a chiste de mal gusto), es evidente que Francia, cinco años despues de que sus barrios marginales ardieran por los cuatro costados en sentido figurado y literal, sigue sin saber como enfrentarse a esto.
La cuestión no es, a mi modo de ver, solo francesa, sino europea y occidental en su conjunto. En Francia se da con especial virulencia por haber una disonancia muy fuerte entre el discurso republicano igualitario (hay un discurso igualitario muy poderoso en el plano teórico y simbólico), la praxis política cínica de la derecha y un tanto condescendiente de ciertas izquierdas y la realidad pura y dura en esos barrios. Muchos teóricos citoyens ven sus condiciones de vida reales y no se sienten parte de la fiesta, o al menos son conscientes de ser los encargados de fregar, barrer, agachar la cabeza y, cuando hay suerte, llevarse a casa las sobras. Esto les produce odio, como ya nos dijo hace ya unos años, en 1995, Mathieu Kassovitz con su magnífica película La haine.
Que el problema tenga en Francia ribetes especiales no hace que el problema no sea occidental en su conjunto. Y yo no veo muchas salidas posibles a este problema que no sean los servicios públicos, la participación ciudadana (precedida siempre de información y formación), el respeto, verdaderas oportunidades de trabajo, educación, formación, política, urbanística, simbólica, etc.
De las últimas cosas que han llegado a mis oídos, una de las más interesantes es lo que ha ocurrido en Medellín (Colombia) de la mano de su alcalde y candidato a presidente de la República colombiana Sergio Fajardo. Cultura, participación, servicios públicos, vertebración comunitaria y transparencia al servicio de los excluídos. Esta receta está reduciendo el número de excluídos. Es un dato. Algo objetivo. No debatible.
¿Porque amenaza Sarkozy con mano dura? Primero por ser parte de su cultura política (si hay un problema se reprime a "los problemáticos" y desaparecerá el problema), pero también por entender que eso le va a dar votos. Y así como en el caso de Medellín estamos ante éxitos objetivos e incuestionables, en el caso del banlieu francés creo que no me excederé si digo que los resultados no son buenos. Fajardo responde al mismo reto (o más duro si se tiene en cuenta la realidad de Colombia y la de Francia) sin mano dura, con una nueva cultura público-comunitaria, dando buenos resultados y además ganando él mucho prestigio político y electoral. Da la sensación de que el método Fajardo está lleno de potencialidades, mientras que el método Sarkozy casi solo tiene externailidades. Y no hablo desde la animadversión a Sarkozy por ser un político de derechas, sino simplemente teniendo en cuenta sus resultados en esta materia, después de casi ocho años de responsablidades públicas sobre la misma. Tampoco hablo desde la simpatía hacia Fajardo como político encuadrable en la izquierda, sino simplemente teniendo en cuenta sus resultados, hechos, datos, realidades. ¿Sabremos los eurocéntricos mirar hacia la buena práctica o nos quedaremos con lo europeo por cercano aunque sea claramente disfuncional? On vera.
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