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DE LA CUNA A LA CUNA de Michael Braungart y William McDonough

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Este verano leí el libro DE LA CUNA A LA CUNA (CTC) del químico Michael Braungart y el arquitecto William McDonough. Los dos son profesionales de reconocido prestigio en sus campos, activistas ecológicos de amplio recorrido y, vamos a decirlo así, iconoclástas oficiales.

La tesis fundamental del libro es que, al apostar por procesos productivos que van de la cuna a la tumba (residuos) o por lógicas "down the tube" (verter para que sufran aguas abajo, cuando en realidad nadie está verdaderamente aguas arriba en el planeta) o incluso por las cuatro Rs ecologistas (reducir, reciclar, reutilizar y regular) estamos siguiendo un estrategias malas (las dos primeras) o menos mala, pero no la adecuada (la tercera).

Según su parecer el hombre debe imitar a la naturaleza y diseñar productos, procesos y materiales que nunca sean desechos o basura, a través de la reutilización ad infinitum de la materia en una lógica de círculo y no de línea (con un vertedero al final).

Por decirlo de forma gráfica, hay que hacer que la basura sea comida, bien para la naturaleza (nutrientes orgánicos para la biosfera) o bien para la tecnoesfera (nutrientes sinténticos para nuestras industrias, que no se reciclan rebajando su calidad -downcicle / infraciclaje-, sino mateniéndola o aumentándola -upcicle / supraciclaje-).

Proponen disolver la dicotomía entre campo y ciudad, pues si la ciudad se comportase de una manera ecoeficaz, sin residuos y solo produjera nutrientes, es claro que no solo no la urbanización desmedida no sería un problema, sino que tendríamos que volver a definir el concepto natural y sintético, urbano y rural, antropizado y virgen.

Los autores hacen un encendido canto a la biodiversidad, pues consideran que es una de las bases de un crecimiento sano de la biosfera y la tecnosfera (nutricional, no productora de residuos). Para ellos, la biodiversidad es garantía de abundancia y seguridad. Y consideran que el lugar en el que más se puede hacer por la biodiversidad es el ámbito local. Un conjunto de ámbitos locales, biodiversos, tecnodiversos, bioconectados y que funcionan con una lógica CTC es garantía de robustez sistémica desde varios puntos de vista (social, ecológico, tecnológico, etc).

A su juicio es posible cuadrar un modelo, bajo estas premisas, que garantice un desarrollo económico suficiente, con un alto grado de equidad y de sostenibilidad ecológica. E incluso establecen un escalado o proceso sobre como llegar al CTC partiendo de nuestra actual tecnología e industria.

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Quizás la parte más interesante de su trabajo no sea la teorización (que es en si misma de gran interés), sino las experiencias con grandes, medianas y pequeñas compañías occidentales con las que han trabajado (Ford, Nike, BASF, Volvo, el ayuntamiento de Chicago o la inmobiliaria española Habitat) para implantar procesos CTC en sus fábricas, con sus productos o sus materias primas. Ellos entienden que, si a un empresario le garantizas una reducción de costes y un aumento de beneficios con la lógica CTC (cosa que ellos dicen haber conseguido en varios casos), no es necesario incentivar esta lógica a través de beneficios fiscales y sanciones. No se oponen a lo segundo, pero prefieren que se use lo primero, siempre que sea necesario.

Su propuesta es extraordinariamente sugerente, aunque a mi me plantea algunos problemas ético-políticos y otros méramente fáctico-posibilistas. 

¿Este tipo de reflexiones no nos hacen olvidarnos de los límites físicos del crecimiento y el consumo humano? Su teoría lleva a concluir que crecer no es preverso, si nunca se dejan residuos, todo es un nutriente para un proceso posterior y el balance energético es el adecuado. Ellos dicen que en vez de lanzar estrategias que reduzcan el impacto del hombre sobre la tierra o luchar por ecoeficiencia, debemos diseñar tecnologías que eliminen el impacto de la raza humana sobre el medio o lo que es lo mismo perseguir la ecoefectividad. Pero habida cuenta de que nos costará décadas, sino siglos, desarrollar integralmente tecnologías de impacto cero sobre el medio, a mi su propuesta teórica me parece que bien puede ser usada de forma torticera por ciertos lobbies industriales y energñeticos para defender que sigamos creciendo, con un maquillaje de la cuna a la cuna, pero excediendo con claridad la capacidad de carga ecológica de nuestro planeta.

Dicen sus críticos que siendo posible que una pequeña parte de la industria actual sea CTC, está aún por ver como conseguir que lo sea todo el resto. Cierto crítico del CTC dice que es claro que se pueden hacer asientos de avión CTC (el 0.1% del total), pero que ahora es necesario saber como se hace el resto del avión CTC (el 99.9%). Otros de sus críticos simplemente muestran su desacuerdo con que las certificaciones CTC sean otorgadas por un número de empresas muy reducido en el mundo y estrechamente vinculadas a este químico y este arquitecto.

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Casi una década después de que este libro viera la luz pocos pasos se han dado en esta dirección. Me queda la duda de si no los damos por ser aún técnicamente imposible, por ser muy poderosos los intereses de los lobbies industriales y energéticos o por ser esta una postura minoritaria incluso dentro del ecologismo y el izquierdismo de principios de siglo XXI. A los que sabéis más que yo sobre este tema os agradecería algo de ayuda para resolver este último interrogante.

 

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