El pasado 15 de febrero estuve en la tertulia que dirige Jordi Basté en el programa EL MON A RAC1. Por lo que sea, a él y a sus siempre interesantes tertulianos, les parezco de interés. Y, de vez en cuando, me invitan, me dejan explicarme y se toman mi punto de vista como uno más de los que merece la pena tener en cuenta. Algo que, tal y como está hoy el mundo público (parties & institutions & media) es ciertamente un lujo que yo agradezco.

Hablamos un poco de todo (resumen y audio completo): de la inexistencia de una política pública de vivienda que mereciera ese nombre a la luz de sus homólogas europeas, de la falta de medios para implantar instrumentos públicos que favorezcan la asequibilidad, de la descompensación entre ciertas políticas municipales de vivienda (activas) y no pocas actuaciones autonómicas (cuando menos, de bajo perfil), de las perversiones de un mercado muy tensionado como el barcelonés y de lo próxima que en nuestra ciudad estaba la demanda de no poder cumplir con los precios exigidos por los arrendadores de vivienda, lo que a corto plazo iba a suponer un cierto freno a los precios.

Poco después de esta tertulia el Observatorio de la Vivienda de Barcelona (OHB), con motivo de la publicación de su primer informe anual 2017, ponía de relieve la misma cuestión: los precios de los alquileres estaban a punto de llegar a su tope por asfixia de la capacidad de pago de la demanda.

Digamos que tanto a mi como al OHB no se nos ha hecho mucho caso. Las entidades más pro-mercado no han querido ni oír hablar sobre un enfriamiento de los precios (supongo que para poder sacarle los últimos euros a la tendencia alcista). Por su parte, los activistas de la vivienda han confundido el cambio de ciclo con una inexistente negación del sufrimiento que aún sigue causando (y desgraciadamente seguirá haciéndolo) en amplias capas de la sociedad nuestros disfuncionales mercados de vivienda y la insuficiente e ineficiente intervención pública.

Meses después (casi medio año) los medios mainstream dicen lo mismo que decíamos desde finales del 2017 y principios del 2018 el OHB o yo mismo: el precio del alquiler toca techo en Barcelona, tras cinco años de subida.

Sin negar que la causa principal del freno de crecimiento de los precios de los alquileres en la ciudad de Barcelona es la incapacidad de la mayor parte de la demanda endógena de seguir pagando las cantidades que se les exigían los arrrendadores, dados los salarios y rentas disponibles, creo que debemos abrir también el debate sobre si la política pública ha favorecido este punto de inflexión. A mi juicio, tan tramposo sería no atribuirle ningún papel a la política pública de vivienda en la ciudad (de las más activas de España), como afirmar que el parón del crecimiento de los precios solo es explicable por el despliegue del plan municipal del derecho a la vivienda 2016-2025. La realidad está a medio camino. Pero es claro que el conjunto de medidas desplegadas por el Ajuntament de Barcelona, tanto en su vertiente de vivienda, como en la urbanística, penalizan la oferta especulativa y favorecen la asequible, pública y social.

Habrá que seguir con detenimiento los nuevos acontecimientos y ver si la tendencia se consolida. Pero parece que podríamos estar entrando en una nueva senda. Aun con mucha sangres, esfuerzo, lagrimas y sudor por delante. Pero un nueva tiempo, al fin y al cabo.

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