Hace unos días asistí a una magnífica jornada técnica sobre financiación de las políticas públicas de vivienda organizada por el Observatorio de la Vivienda del País Vasco. Los ponentes profesionales fueron de primer nivel y nos alumbraron nuevos (o no tan nuevos) caminos para la financiación de las políticas públicas de vivienda. Se habló mucho del ICO, el BEI, los fondos de inversión privados, la poderosa financiación pública finalista (solo para políticas públicas de vivienda y urbanas) de Francia, nuestros antiguos coeficientes de caja obligatorios para las entidades financieras, nuestra privatizada banca pública hipotecaria o de la obra social de las cajas. En momentos de escasez del crédito y de crisis financiera y económica bien está que se apunten nuevos caminos para la financiación de políticas públicas de vivienda. Otra cosa es que lo que se pretenda financiar acrítica y miméticamente con esos dineros sean las políticas públicas españolas de vivienda de las pasadas décadas (salvo ejemplos de poco peso cuantitativo, construir nueva vivienda protegida destinada casi en su totalidad a la venta y a los pocos años convertirla en una vivienda privada más de mercado, en el mejor de los casos no vacía).
En conversaciones con compañeros de profesión con larga trayectoria en el mundo del urbanismo también se habla de dificultad en el acceso a la financiación por parte de los promotores privados, así como de las leoninas y suicidas condiciones que empiezan a tener las licitaciones de obra de nuestras Administraciones Públicas. Mal está que la Administración licite obras a precios imposible de cumplir (salvo con social dumping, desconocimiento de la normativa de seguridad en el trabajo, etc). Pero peor está que muchos empresarios del sector vayan al matadero pensando como Margaret Thatcher que There Is No Alternative (TINA). Licitar a precios imposible para morir lentamente o morir al ritmo que sea.
Con agentes activos del mercado inmobiliario vasco y español he comentado en algunas ocasiones en los últimos meses que solo vemos dos formas de salir de este atolladero sectorial: hacer cosas diferentes en España y Euskadi (rehabilitación de viviendas, regeneración urbana, reconversión ecológica de tejidos urbanos ya existentes, etc) o hacer lo que se ha hecho en los últimos años en España en otros lugares del mundo con mercados en estos momentos dinámicos y necesidad de constructores, promotores, gestores de concesiones, etc (China, India, Brasil, etc). Dejo un par de noticias sobre esta segunda línea de trabajo: 1 y 2.
Para mi asombro leo en el programa electoral del que será Presidente de Gobierno de España, Don Mariano Rajoy Brei, que la solución para el sector de la vivienda es la afloración de los activos inmobiliarios tóxicos a precios de mercado (per se correcto, aunque no se dice quien y como se asumirán las perdidas) para que vuelva a fluir el crédito hacia la construcción y, junto con una política fiscal favorecedora del ladrillo, volvamos a los good old times de hace una década.
Ante semejante coyuntura, compañeros de profesión y otros agentes del mercado inmobiliario nos hacemos la misma pregunta: ¿vamos a volver a favorecer los créditos irresponsables para construir viviendas a precio de oro que las compran personas hipotecadas hasta las cejas que acaban no pudiendo pagarlas y con ello se hunden no pocos empresarios, entidades financieras, el empleo y la propia Hacienda Pública? ¿Vamos a ser tan imbéciles como para volver a pegarnos un tiro en el pié? Pues bien, todo apunta a que la respuesta es si.
Algún amigo malvadete incluso me dice que vayamos desempolvando el discurso ministerial de presentación de la redentora Ley 6/1998 de suelo y valoraciones que fue el pistoletazo de salida de nuestra década gloriosa del ladrillo español (España, una grande y urbanizable).
Maledicencias a parte, parece ser que, en materia inmobiliaria y en España, algunos seriamente piensan que la mejor forma de hacer desaparecer los efectos dolorosos de un buen martillazo en un dedo de la mano, es volver a darse otro buen martillazo en ese mismo dedo.
Los esfuerzos inútiles producen melancolia. Los irresponsables son además contraproducentes. Y como en el capolavoro de Fellini, E la nave va, segura, gracil, orgullosa y hasta poética puede ser la deriva (queremos seguir haciendo nuevas viviendas para su hipoteca y venta, mientras más de dos millones de viviendas están vacías, se oyen tímidos susurros a favor de la ortodoxia crediticia, leemos en el BOE la autopsia de Seseña, los expertos claman en el desierto pidiendo una convergencia del alquiler español con el de la UE, algunos sindicatos piden quitas para las hipotecas de las personas de a pié como si fueran estado de la UE, Obama continua su lucha contra el sobre-endeudamiento por vivienda y los desahucios, no paran los desahucios de la vecina del tercero derecha, el desahucio express deja paso al legal y novísimo desahucio ultraexpress y empiezan hasta a aparecer ocupaciones de edificios con finalidades residenciales y políticas) hacia el desastre ...
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