En su toma de posesión la Ministra de Vivienda Beatriz Corredor hablo de un pacto de estado por la vivienda y de la necesidad de construir muchas viviendas protegidas.
Unos días después el que es el verdadero Ministro de Vivienda, el Sr. Solbes, ha presentado sus medidas en materia de vivienda y reactivación de la economía en general. No le ha dejado precisamente mucho margen de maniobra a la que llaman Ministra de Vivienda, pues lo toca casi todo en materia de vivienda.
Conviene detenerse con cada una de las medidas del superministro Solbes y analizar quien la paga y a quien beneficia:
- desaparece el impuesto de patrimonio y se devuelve dinero de la recaudación a los ciudadanos vía IRPF (unos 400 euros por barba). Para mi un escándalo: devolver dos duros a la gente de a píe y lo que no está escrito a las grandes fortunas. Pagamos todos (menos ingreso público) y se ponen las botas las grandes fortunas. Sin comentarios. Una medida no muy socialista que digamos. Pero ya se sabe el PSOE compite en campaña electoral con el PP en lo de rebajar impuestos y cumple una vez en el gobierno.
- se pretende que las devoluciones de IVA se puedan hacer mes a mes y de esta manera inyectar liquidez a las empresas. Esta medida en principio parece interesante. La administración funciona mejor, con más agilidad y las empresas tienen más liquidez, lo que será más importante para las PYMES, aunque a alguna grande en apuros también le vendrá bien.
- se podrá ampliar el plazo de los créditos hipotecarios "sin gastos". Esta es la medida-chiste. No la puedo concebir de otra manera. Si pagas una hipoteca, por ejemplo, a 30 años el gobierno, bancos y cajas en un acto de "magnanimidad" te permiten pagar el crédito en 40 o 50 años "sin coste adicional". Pero que se han pensado, ¿que toda la población carece de la más elemental cultura financiera, que no saben sumar? Si pagas durante mucho más tiempo un crédito devuelves durante mucho más tiempo un principal con sus intereses. Es decir que en vez de devolver 1.5 veces el préstamo lo devuelves 2 o 2.5 veces. Vamos que esta es una medida genial para bancos y cajas, en la que el estado pone dos duros (perdonando algunos impuestillos) y que no beneficia al común de los hipotecados, salvo que estén tan apurados que vayan a perder mañana su casa. Nosotros ya hemos pedido miles de veces (1,2,3 y 4) que se haga precisamente lo contrario, limitar por el ley la duración de los créditos hipotecarios y el porcentaje de la renta familiar que se puede endeudar en vivienda (como se hace en Francia), para rebajar con ello el precio de la vivienda. Pero estas medidas son buenas para la gente y malas para las cajas y los promotores, así que el PSOE las desechó y las sigue desechando.
- se pretende estimular desde el estado la rehabilitación de vivienda y urbana (en vez de la construcción). A esta medida no se le ha dado nada de publicidad, pero apunta en una dirección muy interesante: dejar de construir y coser social y urbanísticamente por dentro las ciudades y los pueblos que tanto han crecido en los últimos años. Ciertamente es una novedad que alabo. La pagamos entre todos (ventajas fiscales), pero creo que merece la pena pues nos beneficiamos todos, incluido el medio ambiente.
- estímulo a la financiación de vivienda protegida, mediante el incremento en dos mil millones de euros de los avales del ICO para la titulización de créditos hipotecarios para la adquisición de vivienda protegida. Se trata de dar fluidez a los mecanismos financieros que facilitan la adquisición de este tipo de viviendas, temporalmente entorpecidos por los problemas financieros en el ámbito internacional. Esta línea de avales pasa de los tres mil millones de euros previstos para 2008 a cinco mil millones. Con todos los respetos, una medida que no aporta nada. El problema de la gente con la vivienda protegida no es pagarla (suele ser barata), sino que se promuevan y existan. Salvo que la medida se refiera a créditos para promotores de vivienda protegida (no públicos) para incentivarles a promoverlas, no le veo demasiado sentido.
- refuerzo de la actividad en construcción, con medidas para mejorar la ejecución de la obra pública y el impulso a la construcción de vivienda protegida. Keynesianismo puro que yo, como socialista que soy, lo suscribo sin mayores problemas
- refuerzo de la construcción de vivienda protegida. Se convocará, de forma urgente, la Conferencia Sectorial de Vivienda, con el fin de analizar las medidas que permitan alcanzar el objetivo, fijado para el medio plazo, de 150.000 viviendas protegidas al año. La Conferencia también analizará las vías para promover la rehabilitación y mejorar la accesibilidad y eficiencia energética de los edificios. Bien que nos convoque la Ministra, pero como todos sabemos 17 CCAA cada una de su padre y de su madre harán, diga lo qu siga el Ministerio, casi lo que le de la gana. Vamos un prius institucional, en principio de dudosa efectividad.
- recolocación de trabajadores desempleados. El Plan de Medidas incluye también un plan especial para la recolocación de trabajadores desempleados, con dos elementos básicos: se refuerzan las acciones de inserción laboral y formación profesional mediante la contratación de 1.500 orientadores para que elaboren itinerarios personalizados para las personas afectadas y se ofrecerá una ayuda extraordinaria de 350 euros mensuales durante tres meses para desempleados con especiales dificultades de inserción laboral y cuyas rentas sean inferiores al Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples (IPREM). Más semántica que apuesta real. Y es una pena, pues está es una de las materias en las que conviene apostar fuerte. De la crisis de la vivienda los que más van a sufrir son determinados tipos de trabajadores y a ellos habría que dedicarles los mayores esfuerzos, pero por lo que se ve a Solbes le interesan más otras cosas.
La verdad es que, como ya he dicho, Solbes no le deja demasiado a Corredor para decidir dentro de su Ministerio. También llamo la atención sobre la inexistencia de medida alguna sobre el alquiler en el paquete de medidas de Solbes, de lo que cabe deducir que los que mandan de verdad en el Gabinete ZP no tienen interés alguno en el alquiler.
Dicho todo lo anterior, a la Ministra le deseo lo mejor en su tarea y desde el Gobierno Vasco combinaremos la lealtad institucional con el mantenimiento de nuestras propias políticas públicas de vivienda que, con todos los respetos y también con humildad y sin autosatisfacción, están a años luz de lo que se hace por el resto de la península.
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Imagine un día en que los bancos no tuvieran liquidez, y, en vez de prestar dinero a sus clientes, fueran ellos -o, más exactamente, los contribuyentes- quienes les prestaran más de medio billón de euros. Imagine que grandes bancos de inversión de EE UU y Europa fueran rescatados de la quiebra por fondos de países en vías de desarrollo. Imagine que las viviendas perdieran una cuarta parte de su valor en dos años, y miles de familias no pudieran hacer frente a sus hipotecas, obligando a los Gobiernos a socorrer a los más apurados pagando la ampliación de los créditos hipotecarios. Imagine que los precios de los alimentos básicos se dispararan, se iniciara el racionamiento de arroz en EE UU y en Europa y el coste del petróleo se triplicara en cuatro años sin que apenas se detectaran revueltas sociales, ni la Bolsa, aunque a la baja, sufriera crash alguno. En realidad no hace falta tener mucha imaginación: todo eso ya ha sucedido.
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La economía financiera se ha distanciado de la real más que nunca
En el fondo, la crisis esconde un grave problema de incentivos perversos
Las críticas arrecian contra el papel de los bancos centrales en las turbulencias
Lo peor no es el cartel “se vende”, sino que ese cartel lo herede el banco
La pregunta que ahora se hacen casi todos los expertos -con la única excepción, tal vez, de los que están a sueldo de los gobiernos- es si estamos ante una crisis más, dentro de los grandes ciclos económicos que alternan la bonanza con la depresión, o se trata de algo más.
¿Es el fin del capitalismo tal y como lo conocemos? Esa pregunta no es nueva. Ni mucho menos. Se ha utilizado en decenas de publicaciones para explicar fenómenos tan dispares como la incorporación de la mujer al mundo laboral, el imparable ascenso de China e India, o la globalización. Pero ha vuelto a ser acuñada para tratar de explicar en una sola frase las turbulencias que sacuden los mercados internacionales desde hace casi un año.
Bajo ese mismo título, el diario The Independent publicaba el pasado 28 de marzo un artículo que resume la teoría que podría denominarse apocalíptica. “El mundo occidental se encuentra en una crisis económica de una magnitud similar a la del petróleo de 1973. Asistimos nada menos que al desmoronamiento del liberalismo, el modelo ideológico y económico dominante en los últimos 30 años”, decía el rotativo.
Cuando los mercados son concebidos en términos de obtención de beneficios, no promueven -como dice la teoría clásica liberal- la eficiencia en los servicios, sino la concentración de la riqueza y la especulación. De esta forma, el valor económico real de los activos del planeta es ahora tres veces inferior a los instrumentos financieros (bonos, títulos, acciones, derivados, etcétera) emitidos tomando como referencia esos activos.
Incluso alguien que vive de la buena marcha del negocio financiero como el presidente del BBVA, Francisco González, alertó hace justo un año de esa inflación financiera y “del riesgo que supone el auge de los hedge funds y del capital riesgo”.
Y, mientras, los asalariados se han enfrentado a 35 años de rebaja de su parte de la tarta. La edad de oro del asalariado, como proporción del PIB, fue entre la II Guerra Mundial y la crisis del petróleo, y no esta edad de la liberalización, en la que sólo el 1% de la población en el Reino Unido (ojo, no de Congo) controla más de un tercio de toda la riqueza del país, según el diario británico.
Esa corriente de pensamiento (o de pesimismo, según se mire) no hace sino sumar adeptos a medida que las turbulencias se prolongan. La afirmación de que estamos ante la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de 1930 es compartida por gente nada sospechosa de extremista. El multimillonario Georges Soros, el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, el ex director del FMI Rodrigo Rato o el economista Paul Krugman han comparado la actual crisis financiera con los acontecimientos posteriores al crash bursátil de 1929.
A ese pesimismo le dan carta de naturaleza publicaciones que pasan por ser biblias del capitalismo, como The Economist, Fortune, Business Week o Financial Times. Hay expertos que piensan que esta crisis puede desembocar en un apocalipsis si las autoridades monetarias no dan con la solución adecuada. No son precisamente pancarteros antisistema, sino analistas reconocidos o altos cargos de bancos de inversión con sueldos estratosféricos. Entre los más renombrados: Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard y ex economista jefe del FMI; David Rosenberg, estratega jefe de Merrill Lynch; Henry Kaufman, jefe de Solomon Brothers entre 1970 y 1980 y dueño ahora de una firma de inversión; Bernard Connolly, analista de AIG y ex jefe de análisis de la Comisión Europea, y Stephen Roach, jefe de operaciones en Asia de Morgan Stanley.
Aunque desde posturas muy diferentes, todos critican la falta de reacción de las autoridades monetarias para prever las consecuencias de una economía crecientemente especulativa apoyada en el apalancamiento, es decir, en instrumentos financieros (bonos, opciones, acciones, futuros, derivados, etcétera) cuyo valor es muy superior al valor real de los activos en que se basan.
La “exuberancia irracional de los mercados”, una expresión de Greenspan que hizo fortuna, ha sido llevada al extremo en el caso de los bancos de inversión. Las cinco mayores firmas independientes -Goldman Sachs, Merrill Lynch, Morgan Stanley, Lehman y Bear Stearns- tenían un nivel de deuda en 2007 de 41 a 1, según cálculos de Fortune. En plata: por cada euro contante y sonante que captan se endeudan por 41.
Para entenderlo mejor, lo sucedido desde la última crisis de 2001 se parece al cuento de la lechera, la aldeana que, según caminaba hacia el mercado para vender su cántaro de leche, hacía planes sobre las ganancias crecientes que podía obtener y llegaba a la conclusión de que, trueque tras trueque, acabaría comprándose una granja. En un descuido, el cántaro cae y se rompe, y todos los sueños se van al garete. En la crisis financiera mundial, el cántaro son las hipotecas basura, y los planes de la lechera se llaman CDO, SIV y Conduits, los nombres imposibles de los paquetes de títulos basados en esas hipotecas -y en la firme creencia de que su valor crecería en el futuro-, que han contaminado a todo el sector financiero internacional cuando son un fenómeno genuinamente estadounidense.
Pero las hipotecas -denominadas subprime o directamente basura- habían sido otorgadas alegremente a gente de dudoso crédito que ahora no puede hacer frente a los pagos. Y el valor de los títulos, como los sueños de la aldeana, se ha venido abajo. No sólo el de las hipotecas subprime, sino el de todos los productos financieros relacionados con ellas. Ahora, los bancos no se fían de sí mismos porque aún no saben quién posee esos productos que sencillamente no pueden colocarse en el mercado: nadie sabe cómo valorar nada de lo relacionado con las subprime. El FMI ha hecho una estimación del agujero de las entidades financieras: un billón de dólares. Pero la banca apenas ha reconocido hasta ahora una cuarta parte de esas pérdidas.
Jan Loeys, de JPMorgan, cree que hablar de la peor crisis desde la Gran Depresión “es una exageración que refleja el calor del momento”, pero admite que sus efectos perdurarán en los mercados “al menos una década”.
Una de las causas apuntadas por Fortune para esa locura especulativa es la ambición de los ejecutivos de esas firmas de inversión, que de 2002 a 2006 triplicaron sus beneficios hasta los 30.000 millones de euros, y eran más rentables que la industria farmacéutica o la energética. A sus ejecutivos no les importaba el creciente riesgo que asumían las entidades, porque en ello les iba su sueldo. Las retribuciones de los empleados representaban el 60% de los ingresos de esas firmas, frente al 20% que suponen los salarios en la banca comercial.
“Uno de los agujeros por los que ha llegado la crisis es que no se ha controlado bien el riesgo, ha faltado juicio para tomar decisiones de inversión por un problema de incentivos perversos. Quienes contrataban las hipotecas basura en EE UU eran agentes que trabajaban a comisión, no les importaba si luego el cliente pagaba o no. Y los bancos se quitaban del balance esos créditos al venderlos en paquetes financieros. Al final nadie se interesaba por si el crédito era de buena o de mala calidad, porque todo se vendía. Pero eso va a cambiar”, asegura Guillermo de la Dehesa, presidente de Centre for Economic Policy Research, con sede en Londres.
Henry Kaufman, que llegó a ser conocido como Doctor Fatalidad (Dr. Doom) porque predijo el alza de las tasas de inflación y los tipos de interés en la década de los ochenta, ha señalado que la actual crisis no tiene nada que ver con las anteriores. Las de 1998 (que provocaron graves problemas en varios países asiáticos, con fuertes devaluaciones de sus monedas) y 2001 (tras el pinchazo de la burbuja puntocom) tuvieron su origen en mercados emergentes. En cambio, la actual nace -y hasta ahora se mantiene- en Occidente: EE UU y Europa.
Kaufman ha responsabilizado de “la peor calamidad global desde la II Guerra Mundial” a la Reserva Federal (Fed), el banco central norteamericano, por permitir esa expansión financiera sin base real y no poner coto a las prácticas especulativas. Para este economista, no es suficiente con inyectar dinero al sistema, sino que hay que controlarlo férreamente, con la creación de una autoridad supervisora que regule y vigile a la banca.
Rogoff también critica a la Fed por su decisión de combatir la recesión reduciendo los tipos de interés, porque, a su juicio, esa medida convertirá a EE UU en una máquina de inflación a escala mundial, agravando las tensiones procedentes del alza de las materias primas.
Pero el dramatismo de su análisis es aún mayor cuando pronostica que el rescate del sistema financiero no resistirá porque no hay suficiente dinero fresco. Por el contrario, estima que persistirá la contracción del crédito y el desplome del valor de los pisos, que desembocará en un “gigantesco rescate inmobiliario que costará a los contribuyentes estadounidenses un billón de dólares o más”. ¿Y quién se atreverá a comprar esa nueva deuda con los tipos de interés por los suelos y un dólar más devaluado que nunca?, se pregunta.
La respuesta: “El próximo año habrá un aumento masivo de las quiebras corporativas en EE UU, aun cuando muchas empresas llegaron a la recesión con balances sólidos. Las finanzas estatales y municipales están aún en peores condiciones. Ante la caída de ingresos, decenas de municipios en EE UU podrían quebrar”.
Stephen Roach también tiene su apodo. Le llaman el eterno bajista (perennial bear) por sus previsiones fatalistas. Considera que estamos viviendo las consecuencias de la segunda burbuja en siete años, tras la crisis que tuvo lugar entre 2000 y 2001 con el desplome de los valores tecnológicos, provocando un colapso financiero que representaba al 13% del producto interior bruto (PIB). Pero señala que la actual crisis es mucho más grave porque combina dos burbujas, la hipotecaria y la crediticia, que afectan simultáneamente a la construcción y al consumo, que representan el 78% del PIB de EE UU, un peso seis veces mayor que en la anterior crisis.
Roach estima que el recorte de los tipos en EE UU no bastará para ayudar a los consumidores que han visto caer el valor de sus propiedades y tienen difícil acceso al crédito. Y propone medidas fiscales de corte keynesiano que favorezcan las exportaciones e inversiones para renovar las anticuadas infraestructuras del país para salir de la recesión.
Apocalípticos o no, la inmensa mayoría de los expertos coincide en el hecho de que el sistema financiero no volverá a ser el de antes. Cuanto más profunda es una crisis, mayores cambios provoca. Pero hasta los neoliberales tienen claro que ya nada será igual. “No estoy seguro de que podamos ir tan lejos como para hablar del fin del capitalismo como lo conocemos. Pero es evidente que vamos hacia un mundo en el que la banca va a estar sujeta a una regulación mucho más restrictiva que la actual”, explica desde Washington Desmond Lachman, economista de cabecera de la American Enterprise Institute, un influyente think tank neoconservador. “El peligro es que la reacción ante la crisis crediticia provoque un exceso de regulación en el sistema financiero, como sucedió tras los escándalos de WorldCom y Enron”, añade, en una posición similar a la que ha adoptado recientemente el Instituto de Finanzas Internacionales, el gran lobby bancario.
El papel de los bancos centrales está siendo fundamental en la resolución de la crisis. Pero sus acciones son discutibles, hasta el punto de que muchos analistas los han puesto en el disparadero. Bernard Connolly, economista de la aseguradora AIG, podría llamarse también el analista antieuro, por su aversión a la moneda común europea, a la que responsabiliza de casi todos los males del Viejo Continente. Ahora vuelve a la carga, al punto de que ha señalado que si la Fed, aunque con medidas no siempre acertadas, trata de evitar la crisis financiera, la misión del Banco Central Europeo (BCE) parece ser la de provocarla. Su teoría tiene como base que la Unión Económica y Monetaria (UEM) se fundó sobre una economía y un marco alemán sobrevalorados, financiados por el resto de países y respaldados por el BCE mediante tipos de interés artificialmente bajos para la conveniencia del conjunto de la UEM.
Esa combinación generó un boom económico en muchos países que tenía como base el sobreendeudamiento de familias y empresas gracias a la sobreexposición crediticia de bancos e inversores, a menudo basado en la ilusoria seguridad de un inflado precio de la vivienda. Muchos de esos países acumularon enormes déficit y deberán restaurar ahora su competitividad. Pero, como están atrapados en la UEM, sólo pueden hacerlo mediante un ajuste del mercado laboral: desempleo y reducciones salariales. En cadena, esas altas tasas de paro y la caída de los precios y salarios harían que las deudas que han contraído familias y negocios fueran impagables; es decir, el caos. Sobre España, Connolly tiene peores augurios que las brujas de Macbeth: “España se dispone a afrontar la más calamitosa de todas las circunstancias: un ciclo de recesión, deflación y caída general de todo el sector privado”.
Es de esperar que Connolly y el resto de los apocalípticos yerren. Porque lo peor que le puede pasar al atribulado propietario en apuros no es colgar el cartel de “se vende” en el balcón de casa, sino que el cartel lo herede el banco que le concedió la hipoteca. Del destino de ese cartel depende, tal vez, el futuro de la economía, en España y en el resto del mundo.
#196, santiago
30 de Abril de 2008, a las 2:07.
Consecuencias
- Fuertes pérdidas y deterioro de la base de capital de numerosos bancos de Europa y EE UU.
- Subida de los tipos de interés interbancarios ante la escasez de liquidez y pese a las inyecciones de los bancos centrales.
- Contracción del crédito y préstamos más caros para empresas y particulares.
- Frenazo económico ante las restricciones monetarias.
- Debilitamiento del dólar frente al euro.
Causas
- La crisis financiera esconde en su interior en realidad tres crisis.
- La primera es de crédito, por la alta morosidad de las hipotecas subprime tras el fin del boom inmobiliario.
- La segunda crisis es la del apalancamiento (directo, de hedge funds o con titulizaciones), que amplifica la crisis.
- La tercera es una crisis de liquidez, por la dependencia de financiación a corto plazo para invertir en productos estructurados.
Y que Dios reparta suerte!!!!!
Reflexión, muchas gracias por tu extensa y documentada aportación.
Suscribiendo mucho de lo que aportas, solo un matiz: el capitalismo tiene tal capacidad de resistencia sistémica y de adaptación al entorno (ya ha sido capitalismo laissez faire, la economía social de mercado, el neoliberalismo neocon, la globalización, etc) que yo creo que ya se inventará algo para sobrevivir (siempre a costa de los fondos públicos cuando vienen mal dadas). Aunque espero que esta vez los estados estén listos e impongan un mayor nivel de control estatal sobre la economía financiera y la economía en general. es claro que cuando al capitalismo se le deja campar a sus anchas nos hace daño a todos (lo que me importa) e incluso se daña a si mismo (lo que me importa, por decirlo de alguna manera, bastante menos). Pero eso, ya lo veremos, si es que se da.
Un saludo,