El Tribunal Supremo suspende los planes de la Generalitat para el barrio del Cabanyal (partirlo en dos para poder prolongar la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar) como consecuencia de un informe del Ministerio de Cultura que considera que este barrio tiene un valor cultural digno de protección y que los planes de la Generalitat lo dañarían irreversiblemente. Acto seguido la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia igualan el informe del Ministerio a las acciones dictatoriales de Francisco Franco, el golpismo de Pavía o a la abolición de los fueros valencianos por Felipe V y se procede a aprobar un Decreto Ley de la Generalitat que viene a decir que el plan para partir el Cabanyal no daña ningún bien de interés cultural y que adelante con los faroles. Para que no falte de nada, el Gobierno de España estudia llevar al Tribunal Constitucional el Decreto Ley aprobado por la Generalitat. Todo esto me sugiere varias cosas.
Primero sorprende la desabrida y desproporcionada reacción de las instituciones valencianas. En segundo lugar, también sorprende el ardor antifranquista de los cargos públicos del PP valenciano. No creo que sea muy compartido por la derecha extrema y extrema derecha mediática, social, política y electoral española, poco proclive a llamar dictadura a lo que fue una dictadura. Pero es interesante saber que el PP valenciano, un partido peculiar donde los haya, es antifranquista, a pesar de pertenecer a un partido, el PP, difícilmente calificable como tal. En tercer lugar, reconozco que desconocía que el PP valenciano era defensor de los fueros y de los derechos históricos, tal y como lo son el PNV o recientemente algunos sectores de CIU y ERC, aunque me temo que dichas categorías políticas y jurídicas no son muy del agrado del PP en otras muchas CCAA (por ejemplo de La Rioja y Castilla-León que van a recurrir ante el TC el blindaje legal del concierto económico vasco, uno de los claros exponentes de los derechos históricos en nuestro actual ordenamiento). Así como comulgo con el antifranquismo (sin que ello signifique estar siempre mirando al pasado), el fuerismo me parece un residuo de pasados siglos del que nada o casi nada bueno extraeremos. Y finalmente llama la atención la invocación del golpismo de Pavía, cuando es obvio que el Gobierno de la Nación no puede perpetrar un golpe de estado contra la Generalitat valenciana por varias razones: es un poder constitucional y legalmente facultado para ejercer las competencias que ejerce y la Generalitat no es un Estado. Pero parece que los cargos del PP valenciano si creen que dirigen un estado, o al menos su retórica a ello remite.
Y ahora hablando en serio y de lo del Cabanyal. Este barrio valenciano alberga edificios históricos que deberían ser conservados en virtud de su arquitectura vernácula y, lo que para mi es más importante, alberga un ecosistema socio-urbano y una serie de ciudadanos y ciudadanas de Valencia cuya dignidad residencial también debe ser preservada. La Generalitat y el Ayuntamiento lo que han procurado durante muchos años es degradar ese barrio lo más posible para que todo el mundo vea con agrado su derribo, la prolongación de la Avenida Blasco Ibáñez hasta el mar (ellos hablan de conectar Valencia con el mar, ergo para ellos el Cabanyal no es Valencia) y la construcción de un tejido urbano de nueva planta, de mayor densidad y mayor valor mercantil (básicamente, sustituir viviendas históricas de baja más dos o a lo sumo más tres por torres de baja más quince o más veinte, todo ello teniendo el centro de la bella Valencia a un lado y el no menos bello mare nostrum al otro). No estamos sino ante una magnífica operación de especulación en la que, como suele ocurrir en muchos lugares de España, los costes serán públicos (desalojos, derribos, realojos, reurbanización, dotaciones, sistemas locales y generales, etc) y los beneficios privados (venta de las nuevas viviendas) y en la que, siendo esto para mi lo más importante, no se atiende ni lo más mínimo al derecho a residir en su barrio de los pobladores del mismo. Yo creo que lo más sabio sería conservar el barrio del Cabanyal, rehabilitar con fondos públicos y privados sus edificios, garantizar el derecho a vivir dignamente en el mismo a sus pobladores presentes y a otros que puedan venir en el futuro, fomentar una modernización del barrio respetuosa con el pasado pero sin renunciar ni al futuro (así como no sería bueno arrasar el Cabanyal para fotocopiar cualquiera de los ensanches españoles de principios del siglo XXI, tampoco sería bueno hacer que el Cabanyal sea un museo con gente viviendo en el mismo) y olvidarnos de partir el Cabanyal en dos, para luego diluirlo y hacerlo desaparecer. No soy inmovilista. No propongo dejar todo como está. No me preocupan los edificios por encima de la personas. No soy un enemigo del progreso, el comercio y la prosperidad. Solo creo que en un barrio tan especial como el Cabanyal debería ser rehabilitado, a sus habitantes se les debería garantizar el derecho a vivir dignamente y progresar en el mismo y que el PGOU de Valencia debería apostar por esta estrategia y no, como hace ahora, por tratar de arrasar social y físicamente el Cabanyal para poder justificar luego su desaparición y posterior pelotazo a mayor gloria de la cuenta de perdidas y ganancias de unos pocos.
En El país del día 6 de enero, en páginas contiguas, leo que la remodelación del Rijksmuseum de Ámsterdam de los arquitectos Antonio Cruz y Antonio Ortiz ha tenido que modificarse hasta tres veces hasta lograr el apoyo ciudadano, que en Oslo las autoridades, el equipo del arquitecto Snohetta y la ciudadanía debatieron durante diez años como hacer el edificio de la Opera y el Ballet de esa ciudad y que a Juan Herreros también le va a tocar debatir con la sociedad noruega en relación a su proyecto de Museo Munich. Al comparar estos ejemplos de urbanismo democrático europeo con lo que sucede en el Cabanyal de Valencia (donde la oposición vecinal a los intentos de partir el barrio es de padre y muy señor mío -Salvem el Cabanyal-) no puedo sino sentir pena y un punto de rabia.
La cosa, sea como fuere, tiene muy mala pinta. Ya conocemos el modelo urbanístico en suelo urbanizable del PP en el Levante español (urbanizar y edificar por doquier con costes públicos y beneficios privados). Ahora vamos quizás veamos como llevan esa lógica al suelo urbano consolidado. Creo que hay que recordar que todo lo que el PP se propone en Valencia, por descabellado, ilegal, inconstitucional o antisocial que parezca, lo saca adelante, gracias a una ciudadanía que (en su conjunto, pues siempre hay excepciones honorables) debería ir al psiquiatra, a la vista de lo que apoyan o toleran. En cualquier caso, todo mi apoyo a Salvem el Cabanyal y su REHABILITACION SIN DESTRUCCION.
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